El ruido de los motores retumbaba en mis oídos, aún así estos eran los 15 minutos que siempre me relajaba, en el momento del despegue. Ya sé que parece extraño, sí lo es, y más extraño es sentir la sensación de paz, cada vez que el avión se elevaba y me perdía por el cielo inmenso, cómo si este no pudiese estallar en cualquier momento, caer al agua, o perderse. Estar en el cielo me hacia sentir blandita, escondida entre las nubes, era una sensación muy agradable para mí. En el mismo despegue, me entraba una especie de somnolencia suave, eso sí, una vez ya el avión estaba volando a sus anchas por el cielo, me despertaba de repente.
Y es allí donde intenté, hacerme la dormida, cerrando los ojos para desconectar y engañar a mí cuerpo, y a los que estaban cerca, quería aislarme, separarme e integrarme con el gran cielo. Me gustaba imaginarme que desde allí arriba, quizás estuviese más en contacto con el universo, la fuente, Dios, lo Divino. Fantasear con la luz de los rayos del sol, pensar que su brillo entraba en todo mí rostro y me hacía brillante por dentro, me hacía magnética, pensar que quizás algún día podía ver algo allí arriba, no sé, igual un ovni, un ser de luz… ¿quién sabe?
Escuché que la persona que está sentada a mi lado, un chico medio guapo, con una camiseta de Superdry, una gorra y gafas de sol de madera, le preguntó a una chica, impecable toda ella de arriba a bajo; con unas piernas largas, con un torso proporcionado, una cara amable, un cuello largo, un pelo súper planchado, un maquillaje perfecto, una sonrisa profiden, bueno… bastante natural, todo hay que decirlo, esta misma chica impecable, llevaba puesta una chaqueta vaquera ¡Divina!, con un pequeño diamante incrustado en la solapa. “Es un diamante seguro “- pensé.
La voz medio ronca, resacosa y apagada del chico medio guapo, le preguntó a la chica impecable.
–¿Qué se siente cuándo se gana?.
Al oírlo….la curiosidad pudo más en mí….. e hice cómo que la cabeza me caía hacia un lado, y así pude escuchar mejor. ¡Con los ojos cerrados claro!, no fueran a pensar que les espiaba. Deslicé más la cabeza para no perder detalle. Todo un sistema interno se me despertó, cómo si fuera un baile a mil por hora. El corazón me latía y latía, me sudaban las manos, el estómago se me revolvió, me picaba la cabeza con intensidad pero no me podía rascar, ya que pretendía hacerme la dormida. A la vez me invadió una emoción interna intensa, contuve las lágrimasy seguí fingiendo estar profundamente dormida. Escuché atentamente la respuesta de la chica impecable. En ese momento ¡me vino el olor a fango!, tan peculiar del Delta. Un olor a tierra y agua en la época de primavera, cuando los campos del arroz se preparan antes de la siembra y su belleza ¡cómo un mar de plata! con todo su resplandor.
En ese momento tuve las ganas de hacerme yo misma esa pregunta. ¿Imma, qué se siente cuándo se gana?
¿Imma has ganado alguna vez?. Mientras mi cerebro seguía buscando, yo no entendía por qué seguía oliendo a fango, por qué las manos me seguían sudando y me invadía más y más emoción. Me acordé que …Sí, gané una cesta de Navidad cuando tenía 10 años, me puse muy contenta. Gané medallas, y copas de natación, de velocidad y patinaje, que aún las guardo en la casa de mis padres. Gané concursos de poesía y escritura, concursos de baile, gané un viaje a Ibiza cuándo tenía 17 años, gané un jamón, una bicicleta, una flauta, unos jabones….
Gané dinero, sí mucho dinero, gané salud, amigos, conocimiento, gané miedo, tensión, gané la confianza de muchos y la mía propia, gané fuerza, coraje, fama, gané la envidia de unos cuantos, gané un disgusto muy grande con la partida de varios seres muy queridos, gané estar en boca de muchos para bien y para menos bien, gané las mentiras de gente que yo quería mucho de corazón, gané tranquilidad al saber que mí mamá había luchado para vivir con calidad, gané mis propias mentiras, gané decepción, gané ver levantarse a mí familia una y otra vez, gané presión, gané una nueva vida, gané el poco reconocimiento de algunos, gané un vacío y un disgusto muy grande, gané una nueva suegra, una nueva cuñada, gané nuevos valores, gané una depresión, y azúcar en la sangre, gané la fuerza para empezar otra vez, una cardiopatía, una operación de tobillo, gané la traición de alguien que pensaba que me quería de verdad, gané un gran amor verdadero y auténtico, y a la vez desinteresado, gané favores, experiencias en lugares increíbles, gané la compañía de dos gatitos, gané hacerme responsable de ciertas cosas de las que nunca me hice antes, gané ver cosas que no quería ver, cosas mías, de mi familia, de mis amigos, de mis colaboradores de trabajo, o sea que gané una visión tremenda, gané muchos libros, gané más tiempo con mis amigas y más tiempo conmigo misma, gané malos entendidos, gané ganas de arreglar lo que no va, gané el perdón de muchos, gané nuevos sueños, gané el aprecio y respeto de muchos alumnos… pero no la de todos, gané amigas verdaderas, amigas que ya no son amigas, amigas de paso, falsas amigas, gané un nuevo espacio para vivir, gané años, ideas, gané quilos, gané des-interés, horas de sueño, gané arrugas, horas de descanso, dinero extra, cosas inesperadas bellísimas, cosas inesperadas que fueron cómo un jarro de agua fría que me paralizaron por meses, gané juicios banales de gente sin venir a cuento, gané visibilidad en las redes sociales, gané reconocimiento profesional fuera de mi país, gané la absolución absoluta, gané libertad, gané belleza interna, gané ilusiones que se convirtieron en realidad, gané espacio interno….
Madre mía. ¡Todo han sido ganancias! ¡Dios mío gané de todo y en cada momento de mi vida¡, ¡qué afortunada soy!… pensé. ¡Soy una ganadora nata! Mi vida es increíble. En ese momento, empecé a verlo todo de otro color….todo bello. Dios mío siempre había estado ganando y yo sin saberlo.
Y en ese instante; el cielo me parecía más azul, las nubes las veía danzando entre ellas, hacían y deshacían a su son. El olor a fango ya no me resultaba ni desagradable ni agradable, sólo olor a fango. ¿Cómo no me di cuenta?, todos esos años había sido una gran ganadora, sin saberlo . Dejé que mis lágrimas rodasen con suavidad, y puse la cabeza al otro lado, quería que las lágrimas limpiasen mis ojos ciegos, y que me quitasen el velo de una vez por todas.
Dejé de escuchar a la impecable y al medio guapo. Gané al estar con ellos… Por un momento sentí que quería abrazarles, darles las gracias.