Hace unos quince años alguien empezó a hablarme del amor, sin ton ni son. Ella conducía, me llevaba hacia la estación de tren. Bajé en “Grand Central Terminal” la estación de trenes de Nueva York. Yo sólo estaba interesada en oír hablar sobre el amor romántico. Nada más lejos de lo que ella me estaba contando. Me hablaba de otro tipo de amor. Que la verdad en aquel momento para mí era algo muy filosófico.
Mi cabeza me iba a mil, el corazón me latía fuertemente, había algo que me incomodaba de lo que me contaba y me parecía complicado. Pero a la vez sentía que en alguna parte de mí, me iba impregnando y dejando el cuerpo diferente.
Baje del tren, “Grand Central Terminal” olía a humo, a alquitrán, a prisa, a perritos calientes, a dulce empalagoso, a desesperación, a besos que no se acaban, a despedidas, a éxito, a des-orientación. Me senté en un banco, saqué mi pequeña libreta quería anotar la bomba que me había soltado. No quería olvidarlo. Tenía la información cómo un volcán en alguna parte del cerebro y poco a poco quería ir plasmando en el papel, y recordar sus palabras que brotaban de ella, como una cascada, pero aquel día no fui capaz de plasmar nada. Empecé a llorar, como si me arrancasen algo, con dolor. Sin importar si me veían o no. Total pensé, estoy en Nueva York…nadie me conoce. Era tan intenso lo sentía que lo hacía espeso, denso, pegajoso… y eso ella nunca lo hubiese querido. Paré el llanto como pude, y me fui.
Decidí esperar, antes de contar lo que os estoy contando, preferí sentir lo que me contó en el trayecto hasta la estación. Vivirlo en mis carnes, mi sistema, mis filtros… hasta el día de Hoy.
Y esto es lo que puedo recordar:
El amor incluye todo. El amor no necesita un objeto para reflejarse, ni en una acción…. No. El amor es instinto puro, no se fuerza. Tú eres Dios, y todo el mundo es Dios y todo el mundo eres tú. Cuando el Yo sé marina en el Yo, hay algo muy diferente…. Llega el amor total… el universal. Yo no te amo porque eres buena, lista, o simpática, te amo porque eres real, sino sería mi Ego el que te ama…–¬-¿Entiendes? No es el ego el que ama de verdad, es tú Dios interno, tu corazón. El Ego es el que se rebota, el que rechaza, sí rechaza la Gracia, o la Sincronicidad, rechaza a Dios, al otro, rechaza el involucrarse, rechaza el ver la verdad, rechaza al amor verdadero. Y el corazón es cuando sufre, y se endurece, por esto, y muchas otras causas. Se pueden tardar años para ablandar un corazón… y el día menos pensado, en un instante se deshiela. Cuando tienes suerte de que te entre la Gracia o te pille la Sincronicidad, entonces en un abrir y cerrar de ojos por fin tú Dios “El corazón” se deshace, se deshiela, eso nunca se sabe cuándo va a ocurrir. Cuando el corazón se endurece…. hace ver que no pasa nada nunca, que todo es plano y monótono, te lleva a un estado interno como de vacío, de insatisfacción, depresión, estado que busca sólo las faltas, hacia uno mismo, hacia los demás, estado que busca culpables, estado miedoso, dudoso. ¬¬¬Yo escuchaba y por dentro. ¡Rezaba para que no me hiciese la pregunta! Y la hizo.
–¿Cómo te resuena esto? ¿Cómo tienes el corazón? ¿A capas? En este momento, mi respiración se paró, notaba que las lágrimas me resbalaban por la cara, y no fui capaz de mirarla. Mi silencio me delató.
–No hace falta que me contestes, querida niña, esto sería para mi ego.
Sigue diciéndote, sí estoy aquí para descubrir la verdad… para amar y sólo amar. Cada día, cada día.
El fruto del espíritu es amor, compasión, paz, empatía, apertura. El corazón venera la verdad. Venera a Dios, este Dios que eres tú, está en ti. Este Dios que es el universo, la fuente… el amor es profundo de verdad, el amor verdadero no tiene necesidades, por eso…. sólo es, el amor verdadero es un estado natural. Algo se absorbe de una manera que no se puede explicar.
Cuando el corazón ama, no de una forma sólo romántica, está bajo la Gracia o Sincronicidad. Todo llega de una forma fácil, tranquila, nada intenso, todo huele a suave, a tranquilo. A agua que se mueve sin parar. Sientes que algo te protege, no sientes miedo alguno.
Con el amor nos movemos bajo la presencia de Dios. Descubres entonces tú existencia eterna. La máscara de lo que crees que eres te cae en pedazos. Es aquí donde se deshiela, se funde, se abren las capas de cebolla que lo envolvían. Cuando esto pasa…te puedes sentir vulnerable, frágil pero a la vez libre y muy espacioso. Te hace sentir bien ligero, como la brisa del verano. En este estado de puro amor, no valen los juegos, las mentiras, las trampas, los apegos. Cuando contribuyes al proceso del despertar, el tuyo y el colectivo, dejas que la Gracia vaya haciendo su camino, el amor entra con tanta fuerza que lo arrasa todo, ya no hay marcha atrás, y la gente se contagia del amor. Este amor universal.
No hay nada más grato que la conciencia pura, esta te lleva al amor verdadero. Continuamos sumergidos en este estado, encontramos la verdadera felicidad en este mundo, dejemos que las expresiones de gracia se manifiesten, y bauticemos nuestra mente con amor, recordamos que estamos aquí para ser felices y amar, y el único camino… es el del corazón, sin capas, puro.
La gracia está siempre contigo paso a paso, respiración tras respiración nunca te abandona. Cuando pones la atención en tu corazón te despiertas de verdad dejas atrás la personalidad. Por eso venimos aquí. Como almas no recordamos cuantos viajes hemos hecho en la tierra. Pero el corazón sí lo sabe. Y aún así seguimos enganchados al cuerpo de dolor, y nos olvidamos de nuestra naturaleza ilimitada, infinita. Confía en lo que te revela el corazón. No es una historia de libro, no hay príncipes ni princesas, es una experiencia de vida que está en ti, sostenla en tu corazón. Por eso venimos aquí… para amar con todo nuestro ser. Sigue diciéndote; sí si estoy aquí para la verdad… para amar y sólo amar.
– ¿Lo entendiste, te acordarás? Si sientes este tipo de amor, el de pareja vendrá fácil, solo, sin esfuerzo.
Esta fue la última vez que la vi. Después de tres meses dejó la tierra y a mí me dejó… un gran legado. Ha pasado tiempo desde que se fue, ha pasado tiempo desde que tuve que desgranar las capas y más capas de cebolla que envolvían a mi corazón, tal vez endurecido, roto, herido, ilusionado, rabioso brillante, suave, amoroso, latiendo con fuerza, sin apenas moverse, envuelto de paz, de luz. Aún hoy… la tengo presente. Su legado me caló tan hondo que sigo diciéndome cada día; estoy aquí… para amar y sólo amar. Y si me despisto… mi amado, en uno de sus actos puros de corazón, me recuerda que el amor va más allá del amor de pareja, o de madre, amigos…. El amor es el fruto del espíritu. El que te acompaña atemporalmente.